Un río de noche desbordado en una ecografía, la inestabilidad palpitando, las tetas negras, la textura de la oscuridad. Lo nutricio, la naturaleza, su transformación, una cartografía marcada para siempre en la piel y una segunda piel hecha de tela, mojada, pegada al cuerpo, parece hacernos oir el crujir de las hojas al caminar en un tránsito onírico, transfigurado y desfigurado como lo es el gestar.